Os voy a contar la historia del piso en
el que vivo, se remonta ya al verano pasado pero apenas lo sabéis
unos pocos, así que hoy que me apetece escribir os la voy a contar,
un poco resumido, porque daría para un libro.
Encontré el piso compartido en una web
de anuncios, creo que era el tercero que veía, fue el que más me
gustó y alquilé una habitación de las tres que tenía a mediados
de mayo de 2015. En las otras vivía un chico y el propio dueño del
piso, L.A., que estaba alojándose allí unas semanas mientras estaba
de obras en su casa antes de marcharse a vivir con su novia a
Budapest. Durante ese tiempo, le llegaron por mensajería varios
móviles de alta gama que compraba por internet.
Pasado mes y medio de mi llegada al
piso, L.A. se marchó y quedó al cargo de cualquier cosa que
pudiéramos necesitar su hermana, y entró a vivir una chica a la
que alquiló la habitación que quedaba libre. Antes de irse se llevó
cosas que según él eran suyas y no del piso: plancha, cafetera,
tostador, batidora, algunas sartenes, la olla express, varias sillas, una mesa de
escritorio e incluso las cortinas “para lavarlas y volverlas a
traer”. Sólo dejó platos, vasos, cubiertos, un par de cazuelas y un par de sartenes.
Unas semanas después, mi compañero de
piso llega un día a casa y me suelta el bombazo del que se ha
enterado: L.A. no está en Budapest sino en la cárcel por delitos de
estafa, y además no es el dueño del piso. La dueña es una señora que le alquiló el piso en
noviembre y que por suerte dio la casualidad de que conoce al padre de mi compañero, por eso nos
enteramos. L.A. sólo pagó la fianza y el primer mes y se había
atrincherado allí aprovechándose de la lentitud de la justicia en
tramitar desahucios, y había alquilado las habitaciones con la idea
de cobrar el alquiler hasta que le echaran. Supimos por su abogado que tenía en esa situación
otros tres o cuatro pisos, y cuando le desahuciaban de uno, alquilaba
otro y realquilaba las habitaciones, y así “se ganaba la vida”.
Yo lo primero que hice fue ir al Registro de la Propiedad a
asegurarme de quién era realmente el piso y cerciorarme de que lo que me contaba mi compañero era cierto.
Tras enterarse de lo ocurrido, la chica
que acababa de entrar se marchó, y en el mes siguiente
desaparecieron del piso el DVD y el aspirador en momentos en los que
no había nadie en casa, por lo que tras consultarlo con el abogado
de la dueña decidimos cambiar la cerradura. La dueña nos dijo que
podíamos seguir en el piso y que cuando se resolviera todo podíamos
hacer un nuevo contrato con ella. A partir de ese momento estuvimos
ingresando el dinero del alquiler en una cuenta consignada por el
juzgado. Cuando pasó la fecha en la que teníamos que pagar el
alquiler a L.A. y no lo habíamos hecho, empezamos a recibir infinidad de
llamadas de teléfono de su hermana y de su madre exigiéndonos que
pagásemos y diciéndonos que si no lo hacíamos “íbamos a ver las
consecuencias”. Las consecuencias fueron que al mes siguiente nos
cortaron la luz, ya que el sinvergüenza había llamado a Iberdrola cuando alquiló el piso y
se había puesto él de titular. La dueña necesitaba una orden
judicial para declarar nulo ese cambio de titular, ya que además
L.A. no había pagado ni una factura y había dejado una deuda de más
de 500 € que la compañía reclamaba. Estuve pensando en irme del
piso, pero pensando que iban a ser sólo unos días decidí aguantar
y volver durante ese tiempo con mis padres. Finalmente el señor juez dio
la orden y la luz volvió nada menos que dos meses después de que la
cortaran, y 5 meses después de que nos enterásemos de todo. A
partir de ese momento, fue volviendo todo a la normalidad, tuvimos
que ir a declarar al juzgado como testigos y cuando salió la
sentencia que hacía efectivo el desahucio, por fin pudimos redactar
un nuevo contrato con la dueña.
En el buzón, todavía siguen llegando
muchas cartas de abogados, de Vodafone, Orange, Movistar, Jazztel,
etc. de registros de morosos... a nombre de varias personas que no
sabemos quién son. No las hemos abierto y las hemos ido guardando
para írselas dando al abogado, pero un día me dio por buscar esos
nombres en Google y vi que todos eran personas muertas. Por lo visto,
el muy listo compraba móviles de alta gama con un contrato de
permanencia utilizando el nombre y el DNI de una persona ya
fallecida, luego no pagaba y la compañía enviaba las cartas
reclamando la deuda a esas personas muertas.
También un día se presentó en el
piso la brigada de delitos informáticos de la policía para
investigar alguna fechoría que había hecho por internet L.A.
durante su estancia en el piso que la policía había detectado por
la IP. Mi compañero les contó lo que había pasado y símplemente le cogieron los datos y se marcharon.
Por suerte, no hemos vuelto a saber
nada de él ni de su hermana más allá de las cartas en el buzón y
ahora vivimos tranquilamente.
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